martes, 26 de junio de 2012

atracción

la fragilidad es la única fortaleza que conozco. lo único por lo que me siento atraída.

sábado, 23 de junio de 2012

no pretendo gustar a todos, ni me gustan todos


Siempre he creído, que lo que mas me gusta coincide con las personas que más me gustan. Y las comparto con ellos incluso sin haberlas hablado.  Por ejemplo comparto con Reig no creer en los consensos.

Copio con una interpretación libre: Tampoco pretendo caerle bien a todo el mundo: ésa es una ambición juvenil.
Caerle bien a todo el mundo es equivalente a estar muerto: sólo los muertos gozan de la amistad de todos.
Sólo me gusta quién quiero. No me gustan todos, cada día menos.

Mis mandamientos se encierran en tres:

1) todos los cuerpos se resumen en uno, el que yo quiero.

2) Nos duo turba sumus: nosotros dos, tú y yo, cariño, somos una multitud. (bello como el latín)

3) Hay un verso de Ovidio en las Metamorfosis:

Dos están solos en un mundo inundado y son devueltos a tierra firme, dos que llegan así "una mujer y un hombre gastados por los besos".

domingo, 17 de junio de 2012

en la cuerda floja



Lo del equilibrio nunca se me ha dado muy bien. Sin embargo tampoco lo busco. Los indios hopis viven en la cuerda floja y son una cultura que lleva miles de años.
Estar equilibrado es una de esas cosas que todo el mundo repite y habla de ello pero nadie sabe qué es. ¿Es equilibrado trabajar por lo que quieran pagarte? ¿es equilibrado hacer todos los días las camas a sabiendas de que por la noche se deshacen?
¿Se puede salir de vacaciones todos al mismo tiempo, sabiendo que todo estará ocupado y que de lo que huyes, incluidos tus vecinos, te los encontrarás en el chiringito de al lado?
Mi padre siempre fue muy equilibrado, y he procurado siempre no seguir sus pasos. Era tan casi perfecto que mi madre decía "a tu padre le gustaría desayunar por la noche para tenerlo ya hecho por la mañana"
Cómo sería que la noche antes de morir, media hora antes, se dobló toda la ropa perfectamente por si le ocurría algo. Los pantalones perfectamente doblados y colocados.
Yo creo que la parte fundamental de mi existencia ha sido estar desequilibrada para no perder el equilibrio. Igual que esos gimnastas que se balancean a un lado y a otro para no caer de la cuerda floja.
Sí, he vivido en la cuerda floja.
Siempre he considerado las relaciones desequilibradas más divertidas, y llevada de mi inconsciencia creía que hay que tratar de volar alto aunque luego te hagas pedazos contra el asfalto. En el desequilibrio encuentro mi equilibrio. 
Puedo afirmar y afirmo además,  que soy doctorada por varias universidades en relaciones desequilibradas e imposibles. Necesito cuidar, mimar y equilibrar a la otra persona hasta que yo me desequilibro por completo. No sé querer a personas equilibradas, por eso ahora prefiero estar sola y mi trabajo se ha convertido en mi relación más estable...Me estoy empezando a conocer, y creo que voy a ser la mujer de mi vida.
Entonces, ¿somos contradictorios? ¿Vale la pena vivir siempre equilibrados? ¿Por qué nos empeñamos en vivir en la cuerda floja? Simplemente porque desde la cuerda se ve más alto, y se ponen mariposas en el estómago. A partir de ahí, solo queda encomendarse a algún santo.

lunes, 4 de junio de 2012

la literatura nos ilumina


He encontrado en la red un discurso de un autor que admiro profundamente, y en ella también encontré una amiga que lleva trazas de ser una gran novelista. Se lo dedico por su atención y complicidad.
(para Maia)
La tradición de la novela en la que trabajo tiene sus raíces en las energías laicas de la Ilustración europea, durante la cual la condición privada y social del individuo comenzó a recibir la atención sostenida de los filósofos. Emergió una clase creciente y relativamente privilegiada de lectores que tenían tiempo de reflexionar no solo sobre la sociedad sino también sobre sus relaciones íntimas, y que descubrieron que las novelas reflejaban y extendían sus preocupaciones.
En la obra de Swift y Defoe se examinaba moralmente a los individuos, y sus sociedades se satirizaban o juzgaban a través de viajes fantásticos o basados en historias reales; en Richardson quizá tengamos el primer relato sostenido y minucioso de la conciencia individual; Fielding otorgaba a los individuos visiones panópticas de una sociedad en el espíritu de una comedia benigna e inclusiva; finalmente, la joya de la corona: en Jane Austen el destino de los individuos se relataba a través de una nueva forma de narración, transmitida a las siguientes generaciones de novelistas: el estilo indirecto libre, una técnica que permitía que una tercera persona objetiva se mezclara con un tono subjetivo, y que dejaba al personaje –el individuo de la novela– más espacio para crecer. En los siglos xix y xx, la obra de maestros como Charles Dickens, George Eliot, James Joyce y Virginia Woolf refinó la ilusión literaria del personaje y la representación de la conciencia, y el resultado es que la novela se ha convertido en nuestro mejor y más sensible medio para explorar la libertad del individuo. Y a menudo esas exploraciones muestran lo que ocurre cuando nos niegan esa libertad. Esta tradición de la novela es fundamentalmente laica: coincidencia o maquinaciones humanas, no Dios, órdenes ni destinos. Es una forma plural, clemente, profundamente curiosa por las mentes de los demás, por lo que significa ser otra persona. En sus personajes centrales, altos o bajos, ricos o desdichados, logra, a través de una especie de atención y enfoque autoriales divinos, transmitir un respeto por el individuo.

La tradición inglesa es solo una entre muchas, pero está íntimamente conectada con todas las demás. Hablamos de una tradición judía de la novela, una tradición vasta y compleja, pero unida por temas comunes: una actitud ocasionalmente irónica hacia un dios; la aceptación de una comedia metafísica subyacente y sobre todo, en un mundo de sufrimiento y opresión, una profunda compasión por el individuo como víctima; finalmente, la determinación de garantizar a los oprimidos el respeto que la ficción puede conferir cuando ilumina la vida interior.
Encontramos esos elementos en las alegorías existenciales de En la colonia penal y El proceso de Kafka; en la tristeza y la belleza de Bruno Schulz; en las obras con las que Primo Levi mostró una voz individual en medio de la pesadilla de la Shoah, esa crueldad industrializada que siempre será la medida definitiva de la depravación humana, de lo bajo que podemos caer; en la ficción de Isaac Bashevis Singer, que confirió dignidad a las precarias vidas de los inmigrantes; en distintos términos, encontramos un tema paralelo en Saul Bellow, cuyos angustiados héroes intelectuales luchan en vano por prosperar en una cultura ruidosa y materialista. Siempre, la víctima, el extranjero, el enemigo y el marginado, el rostro en la multitud, se convierte en un ser completamente desarrollado gracias al polvo mágico de la ficción, una materia cuya receta es un secreto a voces: plena atención al detalle, la empatía, el respeto."
( Discurso de Ian Mcwan en el Premio Jerusalem)(de Letras Libres)